viernes, 18 de enero de 2013

Varias veces había pasado y vuelto a pasar por el puente, la mujer, siempre espiada por el hombre, cuando el grave tañido de la campana de la iglesia de San Pablo anunció la muerte de otro día. Era medianoche para toda la ciudad; para los que habitan suntuosos palacios como para los que sufren en míseras chozas; para los que viven en las cárceles como para los recluidos en los manicomios; para los que acaban de venir al mundo en un hospicio como para los que dan el último adiós en el lecho mísero de un hospital; para el rostro rígido y frío del cadáver como para la carita del niño que duerme un sueño plácido. Era medianoche para todos.

Oliver Twist-Charles Dickens.

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