jueves, 24 de marzo de 2016

 Mi tailleuse había intentado hacerlo lo más bonito posible; ya que, como señaló juiciosamente, era «si triste… si peu voyant» que resultaba imperativo seguir la moda: fue una suerte que pensara así, pues yo no tenía ni flores ni joyas para animarlo; y, lo que era peor, tampoco tenía una tez sonrosada.
Olvidamos esas deficiencias en medio de la monótona rutina del trabajo cotidiano, pero aparecen ante nosotros con toda su crudeza en las brillantes ocasiones en que la belleza debería resplandecer.

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El mundo puede comprender muy bien que alguien muera por falta de alimentos; pero muy pocas personas son capaces de entender que alguien enloquezca de aislamiento.

Villette-Charlotte Brontë.
La Razón, aquella arpía, no me permitía alzar la mirada, ni sonreír, ni abrigar esperanzas: no descansaba hasta verme hundida, descompuesta, acobardada. Según ella, yo sólo había nacido para ganarme el pan con el sudor de mi frente, esperar la muerte, y vivir siempre sumida en el abatimiento. Es posible que la Razón estuviera en lo cierto; pero no es extraño que a veces nos alegremos de desafiarla, huyendo de su mano de hierro y dando unas horas de holganza a la Imaginación… su suave y brillante enemiga, nuestro dulce Amparo, nuestra divina Esperanza. Podemos y debemos romper de vez en cuando las ataduras, a pesar de la terrible venganza que nos aguarda a nuestro regreso.

Villette-Charlotte Brontë.

sábado, 12 de marzo de 2016

Porque me duele si me quedo,
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,

yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala

y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.


Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.


Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.


Serenata para la tierra de uno- María Elena Walsh.
Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí,
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra. 
(...)

Como la cigarra- María Elena Walsh.

martes, 8 de marzo de 2016

-¡Ah! Eso dice también la buena gente que viene aquí a verlas-respuso el anciano, sacudiendo la cabeza-. Pero yo opino otra cosa. "Qué bonita costumbre la que se tiene en esta parte del país", me dicen a veces, "la de plantar flores en las tumbas, pero qué triste verlas marchitarse y morir". Yo les pido perdón y les contesto que, tal como yo lo veo, eso es señal de que los vivos son felices. Y que así sea. Es ley natural.
-Tal vez los apenados familiares y amigos aprenden así a mirar al cielo azul de día y a las estrellas de noche y piensan que los muertos están allí y no en las tumbas-afirmó la niña con tono serio.

La tienda de antigüedades- Charles Dickens.
La niña admiró y alabó su obra, y poco después se marchó, pensando, por el camino, en lo extraño que era que aquel anciano, que extraía de sus trabajos y de cuanto lo rodeaba una moral tan austera, no se la aplicara a sí mismo y que, mientras disertaba sobre lo aleatorio de la vida humana, pareciera considerarse a sí mismo, en palabra y obra, poco menos que inmortal. Pero sus cavilaciones no se detuvieron allí, pues era lo suficientemente lista para pensar que, por un designio misericordioso de la naturaleza, tal era el predicamento de los humanos y que el viejo sepulturero, con sus planes para el verano siguiente perfectamente trazados, era el prototipo mismo de la humanidad en su conjunto.

La tienda de antigüedades-Charles Dickens.
Tras rogar a la anciana y al caballero que no dudaran de la veracidad de tan interesantes particulares, el señor Chuckster los entretuvo con cotilleos del mundillo del teatro y de la corte, concluyendo así una brillante y fascinante conversación que mantuvo él solo, sin interrupción, durante más de tres cuartos de hora.

La tienda de antigüedades- Charles Dickens.
¡Ah, los días de fiesta! ¿Por qué dejan cierto pesar en el alma? ¿Por qué no podemos desplazarlos en nuestra memoria, aunque sólo sea una semana o dos, para situarlos a una distancia cómoda donde poder contemplarlos, bien con una calmada indiferencia, bien como un agradable recuerdo? 

La tienda de antigüedades- Charles Dickens.
(...) Recibió con buen humor las disculpas que le presentó Nell por haberse despertado tan tarde y le dijo que no se preocupara, que podía haberse levantado a las doce del mediodía si hubiera querido.
-¿Por qué no, si te sienta bien?- apostilló la dueña de la caravana-. Cuando estás cansada, lo mejor es dormir todo lo que puedas; así te despiertas como nueva. Esta es otra bendición de los jóvenes: poder dormir profundamente.

La tienda de antigüedades- Charles Dickens. Completamente de acuerdo con lo que dice la señora Jarley, dormir es hermoso.
Una vez más se dio cuenta de que no sabía concebir la historia, lo que se llamaba en general curso de la historia, y que ésta se presentaba a su pensamiento como el desarrollo de la vida en el reino vegetal. En invierno, bajo la nieve, las ramas desnudas de un bosque son flacas y misérrimas como los pelos de una verruga senil. En primavera, en pocos días se transforma el bosque, se eleva hasta el cielo, y en los recovecos de su follaje es fácil perderse, puede esconderse uno. En esta transformación el bosque se mueve con una rapidez que supera la de los animales, porque el animal no crece tan de prisa como una planta. Y, sin embargo, nadie logra descubrir este movimiento del crecimiento. Siempre lo encontramos inmóvil. Y en esta misma inmovilidad volvemos a encontrar la vida de la sociedad, la historia, que también se mueve eternamente, eternamente muda, aunque sus transformaciones no pueden advertirse de inmediato.

Doctor Zhivago- Boris Pasternak.
Lo que él había escrito durante la pasada noche se dividía en dos grupos. Las cosas ya familiares, copiadas en la nueva redacción, habían sido escritas ordenadamente, con una bella caligrafía. Las nuevas, en cambio, estaban escritas a toda prisa, con abreviaciones, señales y trazos ininteligibles.
Al descifrarlas experimentó la desilusión de siempre. La noche anterior aquellos esbozos le habían hecho llorar e incluso algunos fragmentos lo llenaron de sorpresa. Ahora, precisamente éstos eran los que le desilusionaban y amargaban porque los encontraba con toda evidencia algo artificiosos.
Durante toda su vida soñó en una originalidad sobria, atenuada, irreconocible externamente, oculta bajo el velo de una forma obvia y familiar. Durante toda la vida había cuidado la elaboración de ese lenguaje simple y mesurado, en virtud del cual el lector y el oyente señorearan el contenido sin darse cuenta de la forma como lo asimilaban. Toda la vida había buscado un estilo inadvertido, que no llamase la atención, y se asustó al comprobar cuán lejos estaba todavía de su ideal.

Doctor Zhivago- Boris Pasternak.
(...) Creí encontrarme con un soldado violento o un revolucionario con la manía de la represión, y no era ni uno ni otro. Siempre es agradable que alguien sea distinto de como lo hemos imaginado. Pertenecer a un solo tipo significa el fin del hombre, su condena. Si, en cambio, no se sabe cómo catalogarlo, se escapa a una definición, es ya en gran parte un hombre vivo, libre de sí mismo, con una partícula de inmortalidad.
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(...) Como puede ver, con todos los gobiernos he tenido relaciones y protectores y con cada régimen he sufrido y perdido algo. Sólo en los libros mediocres los hombres están divididos en dos campos y nunca entran en contacto. Pero en la realidad todo se mezcla.

Doctor Zhivago- Boris Pasternak

martes, 1 de marzo de 2016

Río abajo voy llevando la jangada,
río abajo por el alto Paraná.
Es el peso de la sombra derrumbada,
que buscando el horizonte bajará.

Río abajo, río abajo, río abajo,
a flor de agua voy sangrando esta canción.
En el sueño de la vida y el trabajo
se me vuelve camalote el corazón.

 
Jangadero, jangadero,
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va.

Padre río, tus escamas de oro vivo
son la fiebre que me lleva más allá.
Voy detrás de tu horizonte fugitivo
y la sangre con el agua se me va.


Banda, banda; sol y luna; cielo y agua:
espejismo que no acaba de pasar.
Piel de barro, fabulosa lampalagua
me devora la pasión de navegar.

Jangadero, jangadero,
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va.


Canción del jangadero-Jaime Dávalos.