viernes, 18 de enero de 2013

La espera, la cruel y horrible espera que padecemos inmóviles junto a un lecho donde se debate entre la vida y la muerte una persona tiernamente amada, los desolados pensamientos que se entronizan en el ánimo y hacen latir el corazón, detienen el aliento y evocan terribles imágenes; el deseo febril de hacer algo para aliviar su sufrimiento, para alejar el peligro contra el que somos impotentes; el abatimiento y postración que nos produce el sentimiento de esa misma impotencia... ¡No hay torturas como estas! ¿Y qué reflexiones ni esfuerzos pueden calmar en esos momentos febriles la desesperación? 

Oliver Twist-Charles Dickens.

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