miércoles, 30 de diciembre de 2015

¿Adónde te irás volando por esos cielos,
brasita negra que lustra la claridad?
Detrás de tu vuelo errante mis ojos gozan
¡la inmensidad...la inmensidad!
 
Veleros de las tormentas se van las nubes,
en surcos de luz dorada se pone el sol;
y como sílabas negras, las golondrinas...
¡dicen adiós...dicen adiós...!
 
 Vuela,vuela,vuela,golondrina,
 vuelve del más allá.
 Vuelve desde el fondo de la vida
 sobre la luz, cruzando el mar...
 ¡cruzando el mar!
 
Un cielo de barriletes tiene la tarde;
el viento en las arboledas cantando va
y desandando los días mi pensamiento
¡también se va...también se va...!
 
Cuando los días se acorten junto a mi sombra
y en mi alma caiga sangrando el atardecer,
yo levantaré los ojos pidiendo al cielo
¡volverte a ver...volverte a ver...!

Las golondrinas- Jaime Dávalos (letra) y Eduardo Falú (música). 

martes, 29 de diciembre de 2015

Entonces Arturo vio el problema delante de él tan claramente como si estuviera representado en un mapa. Lo más notable acerca de las guerras era que se luchaba por nada, realmente por nada. Las fronteras no eran más que líneas imaginarias. No existía ninguna línea visible entre Escocia e Inglaterra. La culpa era de la geografía, de la geografía política. Eso era todo. Las naciones no tenían necesidad de poseer el mismo tipo de civilización ni el mismo tipo de dirigentes, como no los tenían ni los pufinos ni las alcas. Todos podían conservar sus propias costumbres (...), con tal de que se concedieran unos a otros la libertad de comercio y el libre acceso a todas las zonas del mundo. Los países debían convertirse en condados o provincias, pero provincias que conservaran su propia cultura y las leyes locales. Las líneas imaginarias de la superficie de la tierra deberían eliminarse, puesto que las aves, que habitaban en el aire, las desdeñaban por naturaleza. ¡Qué ridículas le parecieron las fronteras a Lyo-lyok, la gansa salvaje, y le parecerían al hombre, si aprendiese a volar!

Una vela al viento (Camelot)- T. H. White. Esta es la última, lo juro jajaja.  
Comprende que cuando los reyes se comportan como matones que solo creen en la fuerza, el pueblo obra del mismo modo. Si yo no defiendo la ley, no puedo esperar que mi pueblo la acate. Y yo, como es lógico, deseo que mis súbditos respeten la nueva ley, pues así serán más prósperos, y como consecuencia yo también lo seré.

El caballero Malhecho (Camelot)- T. H. White.
Cuando el tiempo de mayo
llega y el día
esparce sus rayos,
no temo a la lucha
Y replicó Ginebra:
Cuando el sol 
inicia su carrera, 
se esfuman las tinieblas
y no temo a la noche. 

Luego cantaron los dos juntos:

Pero, ¡ah!, tanto en el día como en la noche,
la alegría de mi alma
se ensombrecerá con el presagio
de lo que se marcha para siempre.

El caballero Malhecho (Camelot)- T. H. White.
-Jamás he podido tragar a este tipo de nacionalistas-añadió-.El destino del Hombre es unirse, no separarse. Si persiste el proceso de separación, se termina en una bandada de monos arrojándose nueces unos a otros desde los árboles.

La reina del aire y las tinieblas (Camelot)- T. H. White.
Acabo de llegar, no soy un extraño
conozco esta ciudad no es como en los diarios, desde allá. 
 (...)
Los carceleros de la humanidad
no me atraparán,
dos veces con la misma red.

No soy un extraño- Charly García

sábado, 26 de diciembre de 2015

-Lo mejor contra la tristeza es aprender algo. Es un remedio que no falla. Puedes hacerte viejo, con temblorosa anatomía; puedes yacer despierto por las noches, escuchando el desordenado rumor de tus arterias; puedes perder el único amor de tu vida, puedes ver el mundo devastado a tu alrededor por locos malvados, o advertir que seres mezquinos hunden tu honor en las cloacas. Solo hay algo que mitigue esos pesares: aprender. Aprender por qué el mundo se mueve, y qué es lo que le impulsa. Estudia, eso es lo que te conviene. (...)

La espada en la piedra (Camelot)- T. H. White.
Verruga observó las maniobras con una sorpresa que iba transformándose en desagrado y al fin en irritación. Sintió ganas de preguntar a su congénere por qué no pensaba las cosas antes de hacerlas (...). Luego tuvo ganas de hacerle algunas preguntas, como: "¿Eres un sepulturero?", o bien, "¿Eres un esclavo?", o incluso, "¿Te sientes feliz?"
Pero lo extraordinario del caso es que no podía hacer esas preguntas. Para poder hacerlo habría tenido que traducir su razonamiento a un lenguaje de hormigas por medio de sus antenas, y ahora descubría, lleno de desesperación, que no encontraba ciertas palabras para lo que quería decir. No era capaz de expresar lo que significaban la felicidad, la libertad, el afecto. Sentíase como un mudo tratando de gritar "¡Fuego!".

La espada en la piedra (Camelot)- T. H. White.
-A veces-dijo al fin-, la vida parece injusta. ¿Conoces la historia de Elías y el rabino Yacanán?
-No-repuso Verruga (...)
-El referido rabino-dijo Merlín-salió una vez de viaje con el profeta Elías. Caminaron todo el día y al anochecer llegaron a la humilde choza de un pobre hombre cuto único tesoro era una vaca. El hombre salió de su cabaña, acompañado de su esposa, y apresurose a dar la bienvenida a los forasteros, invitándolos a que pasaran allí la noche y ofreciéndoles la sencilla hospitalidad que podían proporcionarles en su situación. Sirvieron a Elías y al rabino una buena cantidad de leche de vaca, acompañada de pan casero y mantequilla, y luego les cedieron el lecho de la casa, mientras los humanitarios dueños dormían en la cocina, junto al fuego. Al llegar la mañana, comprobaron que la vaca del pobre hombre había muerto.
-¿Y qué más?
-Anduvieron todo ese día, y al caer la noche llegaron a la casa de un rico mercader, cuya hospitalidad solicitaron. El mercader era un hombre rico y altivo, y todo lo que hizo por el profeta y su compañero fue alojarlos en el establo, dándoles pan y agua por toda comida. Por la mañana, sin embargo, Elías agradeció vivamente lo que había hecho por ellos, y mandó a llamar a un albañil para que reparase uno de los muros, que amenazaba con derrumbarse, como retribución a su amabilidad.
El rabino Yacanán, incapaz de seguir en silencio por más tiempo, rogó al hombre santo que le explicase el significado de su forma de tratar a ambos hombres.
Respecto al pobre hombre que nos recibió con tanta amabilidad-repuso el profeta-, estaba escrito que su mujer muriese aquella noche, pero, como recompensa a su bondad, Dios llevose a la vaca, en lugar de a la mujer. Luego mandé reparar la pared del rico mercader porque en aquel lugar se encontraba un cofre lleno de oro, y si el mercader hubiese arreglado el muro él mismo, habría descubierto el cofre. Por consiguiente, nunca se debe preguntar al Señor, ¿qué haces?, sino manifestar de corazón: el señor de la Tierra obra con justicia.
(...)
-Entiendo-repuso Verruga, con tono de duda-, pero aún sigo creyendo que fue una pena que se muriese la vaca. (...)

La espada en la piedra (Camelot)- T. H.White.
-Señor-repuso Verruga-, soy el muchacho cuyo tutor es sir Héctor.
-Un gran tipo-aseguró el caballero-. No le he visto en mi vida.
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 -Por esta vez-dijo una tenca grande y solemne que nadaba a su lado- te acompañaré. Pero en el futuro deberás arreglártelas tú solo: educación es experiencia, y la base de esta es la confianza en uno mismo.

La espada en la piedra (Camelot)-T. H. White.