sábado, 31 de diciembre de 2016

(...) Cuando se dio cuenta por primera vez, su corazón estuvo a punto de romperse; pero ahora parecía ser el aspecto redentor del romance. Este, en dos palabras, había sido de los que habían tenido la mayoría de los jóvenes de su edad, y de los que salían con la conciencia tranquila y una imperturbable fe en la abismal distinción entre la mujer que uno ama y respeta y las que uno disfruta... y compadece. A creerlo le instigaban cuidadosamente su madre, sus tías y otras parientes de edad que compartían sin excepción la opinión de Mrs. Archer de que, cuando "pasan esas cosas", el hombre ha hecho sin duda una tontería, pero la mujer ha cometido un delito. Todas las señoras de edad a las que Archer conocía tenían a toda mujer que amara imprudentemente por necesariamente artera y falta de escrúpulos, y a los pobres y necios hombres por víctimas impotentes en sus garras. Lo único que podía hacerse con estos últimos era convencerles de que se casaran lo antes posible con una chica bien, y entonces confiarlos a su custodia.

La edad de la inocencia- Edith Wharton.

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