jueves, 11 de mayo de 2017

(...) Estúpida esperanza, susurraba a veces en la soledad de su sala de estar. Estúpida, estúpida esperanza.
Sin embargo, la esperanza era parte de él. Discreta, casi siempre desesperanzada. Esperanza desesperada, pensaba a veces, y esbozaba una sonrisa mientras la gente del metro se preguntaba de qué demonios se reía Bob. Bob, el camarero raro y solitario. Un buen tipo con quien se podía contar para que quitara la nieve del camino o invitase una ronda, un tío legal, pero tan tímido que la mitad de las veces ni siquiera oías lo que decía, así que desistías, asentías educadamente con la cabeza y te volvías para hablar con otro.
Bob sabía lo que decían y no podía reprochárselo. Era capaz de verse desde fuera y ver lo mismo que ellos: un don nadie fracasado, incómodo en situaciones sociales y propenso a tics nerviosos como parpadear sin motivo y ladear la cabeza en ángulos extraños cuando pensaba en sus cosas, uno de esos tíos que, por comparación, hacen parecer más listos a los demás fracasados.

La entrega-Dennis Lehane.

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