sábado, 26 de diciembre de 2015

-A veces-dijo al fin-, la vida parece injusta. ¿Conoces la historia de Elías y el rabino Yacanán?
-No-repuso Verruga (...)
-El referido rabino-dijo Merlín-salió una vez de viaje con el profeta Elías. Caminaron todo el día y al anochecer llegaron a la humilde choza de un pobre hombre cuto único tesoro era una vaca. El hombre salió de su cabaña, acompañado de su esposa, y apresurose a dar la bienvenida a los forasteros, invitándolos a que pasaran allí la noche y ofreciéndoles la sencilla hospitalidad que podían proporcionarles en su situación. Sirvieron a Elías y al rabino una buena cantidad de leche de vaca, acompañada de pan casero y mantequilla, y luego les cedieron el lecho de la casa, mientras los humanitarios dueños dormían en la cocina, junto al fuego. Al llegar la mañana, comprobaron que la vaca del pobre hombre había muerto.
-¿Y qué más?
-Anduvieron todo ese día, y al caer la noche llegaron a la casa de un rico mercader, cuya hospitalidad solicitaron. El mercader era un hombre rico y altivo, y todo lo que hizo por el profeta y su compañero fue alojarlos en el establo, dándoles pan y agua por toda comida. Por la mañana, sin embargo, Elías agradeció vivamente lo que había hecho por ellos, y mandó a llamar a un albañil para que reparase uno de los muros, que amenazaba con derrumbarse, como retribución a su amabilidad.
El rabino Yacanán, incapaz de seguir en silencio por más tiempo, rogó al hombre santo que le explicase el significado de su forma de tratar a ambos hombres.
Respecto al pobre hombre que nos recibió con tanta amabilidad-repuso el profeta-, estaba escrito que su mujer muriese aquella noche, pero, como recompensa a su bondad, Dios llevose a la vaca, en lugar de a la mujer. Luego mandé reparar la pared del rico mercader porque en aquel lugar se encontraba un cofre lleno de oro, y si el mercader hubiese arreglado el muro él mismo, habría descubierto el cofre. Por consiguiente, nunca se debe preguntar al Señor, ¿qué haces?, sino manifestar de corazón: el señor de la Tierra obra con justicia.
(...)
-Entiendo-repuso Verruga, con tono de duda-, pero aún sigo creyendo que fue una pena que se muriese la vaca. (...)

La espada en la piedra (Camelot)- T. H.White.

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