jueves, 24 de marzo de 2016

 Mi tailleuse había intentado hacerlo lo más bonito posible; ya que, como señaló juiciosamente, era «si triste… si peu voyant» que resultaba imperativo seguir la moda: fue una suerte que pensara así, pues yo no tenía ni flores ni joyas para animarlo; y, lo que era peor, tampoco tenía una tez sonrosada.
Olvidamos esas deficiencias en medio de la monótona rutina del trabajo cotidiano, pero aparecen ante nosotros con toda su crudeza en las brillantes ocasiones en que la belleza debería resplandecer.

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El mundo puede comprender muy bien que alguien muera por falta de alimentos; pero muy pocas personas son capaces de entender que alguien enloquezca de aislamiento.

Villette-Charlotte Brontë.

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