Me hallaba en Nueva York, la ciudad que iba a perfilar mi destino. La moderna Gomorra. Estaba en el punto de partida, pero no era en absoluto un novato.
Llegué en lo más crudo del invierno. Hacía un frío brutal, y todas las arterias de la ciudad estaban recubiertas de nieve, pero yo había salido del norte glacial, de un rincón de la tierra donde los bosques gélidos y las carreteras heladas eran moneda corriente. Podía superar las limitaciones. No iba en busca de dinero ni amor. Me sentía extremadamente despierto, iba a la mía, era un tipo poco práctico y, para colmo, un visionario. Estaba totalmente decidido y no necesitaba ningún tipo de aval. Tampoco conocía un alma en aquella oscura metrópoli congelada, pero eso iba a cambiar... muy pronto.
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Mi aliento se congelaba en el aire, pero no sentía frío. Iba camino del estrellato; no me cabía la menor duda. ¿Podía ser que estuviera engañándome? No. No creo que tuviera imaginación suficiente para ello; tampoco albergaba falsas esperanzas. Venía de muy lejos y de muy abajo, y ahora el destino estaba por revelarse. Tenía la sensación de que me miraba a la cara, sólo a mí.
Crónicas-Bob Dylan.
domingo, 16 de octubre de 2016
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