Verruga observó las maniobras con una sorpresa que iba transformándose en desagrado y al fin en irritación. Sintió ganas de preguntar a su congénere por qué no pensaba las cosas antes de hacerlas (...). Luego tuvo ganas de hacerle algunas preguntas, como: "¿Eres un sepulturero?", o bien, "¿Eres un esclavo?", o incluso, "¿Te sientes feliz?"
Pero lo extraordinario del caso es que no podía hacer esas preguntas. Para poder hacerlo habría tenido que traducir su razonamiento a un lenguaje de hormigas por medio de sus antenas, y ahora descubría, lleno de desesperación, que no encontraba ciertas palabras para lo que quería decir. No era capaz de expresar lo que significaban la felicidad, la libertad, el afecto. Sentíase como un mudo tratando de gritar "¡Fuego!".
La espada en la piedra (Camelot)- T. H. White.
sábado, 26 de diciembre de 2015
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Abuelito dime tú