La escuela es una madre, Enrique mío: ella te arrancó de mis brazos hablando apenas, y ahora te me devuelve grande, fuerte, bueno, inteligente aplicado: ¡bendita sea, y no lo olvides jamás, hijo mío! ¡Oh, es imposible que la olvides! Te harás hombre, recorrerás el mundo, verás ciudades inmensas, monumentos maravillosos, y acaso te olvides de algunos de éstos; pero aquel modesto edificio blanco, con aquellas persianas cerradas y aquel pequeño jardín donde se abrió la primera flor de tu inteligencia, lo tendrás presente hasta el último día de tu vida, como yo conservo siempre en mi memoria la casa en la cual escuché tus primeros ayes la vez primera.
Tu madre.
Corazón- Edmundo de Amicis.
viernes, 16 de enero de 2015
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Abuelito dime tú