Hice publicar mi primer libro y tuve éxito. Pero no me dejé marear por las alabanzas que resonaban en mis oídos, aunque fuese sensible a ellas y en el fondo diese importancia, más que nadie, sin duda, a mi obra. He observado siempre, al estudiar a los hombres, que aquel que tiene buenas razones para creer en sí mismo, no se pavonea ante los demás, para obligarlos a que crean en él. Fue por tal motivo que supe conservar mi modestia, para conservar mi dignidad, y cuanto más me alababan tanto más trataba de merecer esas alabanzas.
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Hablamos de la tiranía de las palabras, pero nosotros mismos las tiranizamos; nos gusta tener de ellas un cortejo superfluo a nuestras órdenes para las grandes ocasiones; pensamos que esto queda bien y nos da importancia. En cuanto al sentido de nuestras palabras, es como el de nuestro informe. ¿Qué importa el sentido? Es sólo asunto de parada y de ostentación.
David Copperfield-Charles Dickens.
sábado, 1 de marzo de 2014
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