Cuanto más grande es la felicidad, menos se la advierte. Parecerá extraño, pero el hecho es que en aquellos dos años a veces hasta creí aburrirme. Y, sin duda, me percataba de que era feliz. (...) Me hubiera sorprendido, en aquel tiempo, si alguien me hubiese dicho que yo era feliz; probablemente hubiera contestado que no era feliz porque, si bien amaba a mi mujer, y ella me amaba a mí, me faltaba la seguridad del mañana.(...) Así, nunca me he lamentado tanto como en el tiempo en que, como pude comprender más tarde, era total y profundamente feliz.
El desprecio- Alberto Moravia.
domingo, 23 de marzo de 2014
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Abuelito dime tú