Pero no me rompas los huevos.
Eso era lo que estaba pensando,
aunque no se lo dijo a Liesel. Sólo se lo confesó cerca de cuatro años después.
Por el momento, Rudy y Liesel
caminaban por Himmelstrasse bajo la lluvia.
Él era el chalado que se había
pintado de negro y había desafiado al mundo.
Ella, la ladrona de libros sin
palabras.
Pero créeme, las palabras estaban
de camino, y cuando llegaron, Liesel las sujetó entre las manos como si fueran
nubes y las escurrió como si estuvieran empapadas de lluvia.
-----------------------------------------------------------------
-----------------------------------------------------------------
Rudy vio a Deutscher pasearse por
la acera de Münchenstrasse con unos amigos y sintió la necesidad de arrojarle
una piedra. Tal vez te preguntes en qué narices estaba pensando. La respuesta
es: seguramente en nada. Lo más probable es que adujera estar ejerciendo su
derecho inalienable a ser estúpido. Eso o que sólo de ver a Franz Deutscher le
venían unas ganas irrefrenables de machacarlo.
Rosa jamás le habló a Hans de esos
momentos, pero Liesel creía que esas oraciones ayudaron a su padre a sobrevivir
al accidente de la LSE en Essen. Y si no fueron de ayuda, tampoco le hicieron
daño a nadie.
La ladrona de libros-Markuz Zusak.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Abuelito dime tú