viernes, 24 de enero de 2014

HERMIA: Buen día, bella Helena, ¿a dónde vas?
HELENA
¿Bella, dices? Retira esa palabra.
Demetrio se prendió de tu belleza.
¡Oh, dichosa belleza! Son tus ojos
las estrellas que le sirven de guía
y le es más musical tu dulce aliento
que al pastor es el canto de la alondra
cuando el trigo está verde todavía
y asoman los capullos del espino.
La enfermedad es contagiosa. ¡Oh!
Ojalá que lo fueran los encantos;
porque si fuera así, antes de irme,
hermosa Hermia, me contagiaría
de los tuyos: mi oído, de tu voz,
mis ojos de tus ojos, y mi boca
de la música dulce de tu boca.
Si el mundo fuera mío, yo daría,
exceptuando a Demetrio, todo el resto
con tal de verme transformada en ti.
Oh, Hermia, enséñame cómo lo miras,
y el arte con que te has enseñoreado
del alma de Demetrio.
HERMIA: Yo lo miro
ceñuda, pero igual me sigue amando.
HELENA: Si tu ceño enseñara a mi sonrisa...
HERMIA: Yo le echo maldiciones; él me ama.
HELENA: ¡Si mis ruegos lograran tal efecto...!
HERMIA:Y cuanto más le odio, más me sigue.
HELENA: Y cuanto más lo quiero, más me odia.

Sueño de una noche de verano-William Shakespeare.

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