Este lavabo era para los chicos. Aquí también han reemplazado los espejos por rectángulos de metal gris opaco, pero los urinarios siguen en su sitio, en una de las paredes, y el esmalte blanco está siempre manchado de amarillo. Parecen extraños ataúdes para bebés. Vuelvo a asombrarme por la desnudez que caracterizala vida de los hombres: las duchas abiertas, el cuerpo expuesto a las miradas y las comparaciones, las partes íntimas exhibidas en público. ¿Para qué? ¿Tiene algún propósito tranquilizador? La ostentación de un distintivo común a todos ellos, que les hace pensar que todo está en orden, que están donde deben estar. ¿Por qué las mujeres no necesitan demostrarse las unas a las otras que son mujeres? Cierta manera de desabrocharse, de abrir la entrepierna despreocupadamente. Como cuando los perros de olisquean.
El cuento de la criada-Margaret Atwood.
sábado, 1 de septiembre de 2018
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Abuelito dime tú