Se entregó una vez más a aquel nuevo estado especulativo, tan ajeno a él. Si los rostros cambiaban de aspecto, según les diese la luz desde arriba o desde abajo, ¿qué era en realidad un rostro? ¿Qué eran las cosas?
Ralph se movió impaciente. Lo malo de ser jefe era que había que pensar, había que ser prudente. Y las ocasiones se esfumaban tan rápidamente que era necesario a aferrarse en seguida a una decisión. Eso le hacía a uno pensar; porque pensar era algo valioso que lograba resultados...
Sólo que no sé pensar, decidió Ralph al encontrarse junto al asiento del jefe. No como lo hace Piggy.
Por segunda vez en aquella noche tuvo Ralph que reajustar sus valores. Piggy sabía pensar. Podía proceder paso a paso dentro de aquella cabezota suya, pero no servía para jefe. Sin embargo, tenía un buen cerebro a pesar de aquel ridículo cuerpo. Ralph se había convertido ya en un especialista del pensamiento y era capaz de reconocer la inteligencia en otro.
El señor de las moscas-William Golding.
martes, 6 de octubre de 2015
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