Y al cabo de los once meses que duró la instrucción, puedo decir que estaba casi asombrado de que mis únicos regocijos hubiesen sido los raros momentos en los que el juez me acompañaba hasta la puerta del despacho, palmeándome el hombro, y diciéndome con aire cordial: "Basta por hoy, señor Anticristo".
El extranjero-Albert Camus.
lunes, 30 de marzo de 2015
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Abuelito dime tú