Ambos estaban perfectamente de acuerdo en que el señor Murdstone tenía firmeza; nadie en el mundo era tan firme como el señor Murdstone o más bien, nadie tenía el derecho de ser firme, porque todos debían doblegarse ante su firmeza. La señorita de Murdstone era una excepción; podía tener firmeza, pero relativa, firmeza en grado inferior y siempre para someterse a su hermano. Mi madre constituía otra excepción; podía ser firme, tenía que serlo, pero únicamente para apoyar la firmeza de ellos y tener la convicción de que no habría sobre la tierra más firmeza que la de ellos.
David Copperfield-Charles Dickens.
martes, 11 de febrero de 2014
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