Aquella situación era mucho más del agrado de la joven dama que las confidencias a la luz del atardecer, los apretones de mano tiernos y las miradas cargadas de significado, porque la mente de Jo era más madura que su corazón y prefería los héroes imaginarios a los de carne y hueso. A los primeros podía encerrarlos en la cocina de hojalata del desván cuando se cansaba de ellos, pero los de verdad eran mucho menos dúctiles.
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Jo iba preparada para inclinarse y venerar a los personajes a los que adoraba con juvenil entusiasmo. Sin embargo, su reverencia por los genios sufrió un duro revés aquella noche, y tardó un tiempo en recuperarse del impacto que le produjo descubrir que aquellas grandes criaturas eran, al fin y al cabo, hombres y mujeres.
Mujercitas- Louisa May Alcott.
miércoles, 24 de julio de 2013
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