Elinor descubría ahora la diferencia entre el temor de un hecho desagradable, por muy probable que la inteligencia lo considere, y la certitud del mismo. Ahora alcanzaba a ver que siempre había conservado en el fondo una cierta esperanza, ya que Edward estaba aún soltero, como si ninguna cosa fuese a ocurrir y evitase el casamiento con Lucy; que tal vez una resolución suya, o la mediación de algún amigo, o algún partido mejor para Lucy, iban a mediar para proporcionarle la soñada aventura. Ahora, empero, estaba ya casado y Elinor se reprochaba a su corazón el haber seducido a su inteligencia con tan vanas ilusiones.
Sentido y sensibilidad-Jane Austen
jueves, 3 de marzo de 2011
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