Tonia, la compañera de siempre, esa realidad evidente que no requería explicaciones, se le revelaba ahora como la cosa más inaccesible y complicada que Yura pudiese imaginar: una mujer. Con cierto esfuerzo de la imaginación podía imaginarse a sí mismo en la cumbre del monte Ararat, héroe, profeta y vencedor, todo lo que se quisiera, pero no mujer.
Y he aquí que esta tarea dificilísima pesaba sobre los hombros de Tonia, que le parecía ahora tan frágil y tan débil, siendo sin embargo una joven llena de salud. Y se sintió sumido en esa ardiente compasión y ese temeroso asombro que es el principio de una pasión.
Doctor Zhivago-Boris Pasternak.
miércoles, 27 de marzo de 2013
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Abuelito dime tú