El cabo de vela ya hacía rato que se estaba apagando en el torcido candelero, iluminando débilmente en esta miserable habitación al asesino y a la pecadora, extrañamente reunidos por la lectura del libro eterno.
viernes, 30 de noviembre de 2012
-No sé, cómo decirle.(...) No tenía ganas de ir a ningún lado, ¡y al extranjero Marfa Petrovna me invitó dos veces, al ver que me aburría! ¡Pero qué! Al extranjero yo había dio antes, y siempre me daba náuseas (..) ¡Lo más desagradable es que por algo uno se entristece! No, en la patria es mejor: aquí por lo menos uno culpa a los otros de todo y se justifica a sí mismo (...)
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